Carsten Schlott había cerrado su etapa en Bratislava dirigiendo el lanzamiento del e-UP! y decidió asumir el nuevo reto, venir a Volkswagen Navarra como responsable del proyecto T-Cross. Primero vino él con su esposa y sus hijos. Su padre llegó conduciendo algo más tarde, con una sola misión: traer a Pamplona la última adquisición de su hijo, un Volkswagen Polo 1.4 TDI azul eléctrico excepcionalmente bien conservado, uno de los varios Volkswagen Polo que ha tenido Carsten, cuya vinculación a la marca y su amor incondicional por este modelo es casi parte de su ADN.
¿Empezaste a trabajar en Volkswagen y te enamoraste del Polo o fue al revés?
—Es más fácil que eso. Soy de Wolfsburg, la ciudad alemana conocida por albergar la sede central de Volkswagen. Mi padre y toda mi familia trabajan en Volkswagen y siempre he tenido coches
de la casa. Mi primer vehículo fue una T2 Bulli. Luego tuve un ‘Käfer’ (escarabajo en alemán). Y después varios Polos. Nací y crecí en el círculo Volkswagen, y en mi mundo no cabe otra marca. Mi
padre me dijo: “Eres libre de comprar otra coche que no sea Volkswagen, pero si lo haces, no cuentes conmigo cuando necesites una reparación”.
¿Cuándo compraste tu primer Polo?
— Con 18 años. Era el año 1999 y fue un Volkswagen Polo G40, que vivió conmigo toda mi época de estudiante hasta que, con casi 300.000 kilómetros, tuve que decirle adiós. Pero adquirí otro G40 blanco cinco años después. No quedan muchos en el mundo. Lo guardo aparcado en Wolfsburg. Tengo muchos coches y los tengo que reparar. Es un proyecto que tengo en mente y reservo para cuando viva en Alemania y tenga más tiempo. Ahora, con mis hijos todavía pequeños, no es el momento.
Y además tienes el Polo TDI azul que trajiste de Alemania, con el que has posado para la foto que ilustra este reportaje. ¿Cuándo lo adquiriste?
— Hace dos años. Lo vi a mis vecinos en la calle. Casi no lo usaban, lo cuidaban y lo tenían en muy buen estado, así que les dije: “Si algún día lo vendéis, avisadme”. Y ese momento llegó poco
antes de venir a Pamplona. Pero no lo adquirí porque necesitara un segundo coche, ni tiene que ver con el hecho de venirme aquí. Sencillamente me gustaba y lo quería. No era una necesidad, era un deseo. Es un diésel con un buen motor, su relación potencia consumo es excelente. Es del año 2000 y tiene solo 20.000 kilómetros. Mi padre lo condujo desde Alemania para traérmelo y se
volvió en avión. El coche recorrió más kilómetros que los que había hecho en toda su vida.
¿Es el coche familiar o que usas habitualmente?
— No, uso una Multivan T6, porque siempre andamos transportando cosas grandes y además están los niños, no solo los míos, también los de mi hermana y los amigos. Es mi mujer quien usa el
Polo. A ella le encanta también, le resulta muy práctico. Y en verano nuestros hijos adoran ir en él, siempre piden que abramos el techo.
¿Por qué te gusta tanto el Polo, qué te da?
El motor y la caja de cambios están muy bien, algo muy importante para mí. Además, mi TDI tiene un filtro de partículas que cumple todos los requisitos de emisiones, por lo que en Alemania, muy sensibilizada con la contaminación y donde la normativa es bastante restrictiva, puedo ir con él a todas partes.
Amas el Polo, pero el T-Cross es como tu ‘hijo’…
— El T-Cross es parte de mí y lo recomendaría a cualquiera, porque es muy seguro, alto y muy práctico. Mi idea es hacer que mi entorno directo, cuando cambien de coche, se pasen al T-Cross.
Empecé con el proyecto T-Cross hace cinco años, algo de lo que me siento orgulloso, pues hay muy poca gente que permanezca en un proyecto desde el día 1 al 1.000. Claro que, con el equipo
y la fabrica de aquí, ha sido fácil, pues este lanzamiento no ha dependido de mí, si ha sido posible es gracias a la colaboración que he tenido en Volkswagen Navarra.
¿Temes el momento en que tengas que decir adiós a alguno de tus Polos?
— No está en mis planes desprenderme de mis Polo nunca, es algo que no contemplo. En caso de que nadie en mi casa los usara, lo haría yo para ir a trabajar.