Jesús Barragán es una persona activa y vital o, como él se define, “andarín”. Fue esa forma de ser la que le llevó a participar durante los más de 46 años que trabajó en la fábrica en muchos de
los eventos que se organizaban. Pero se dedicó en especial durante unos diez años a uno de ellos: las visitas guiadas en las vacaciones de Navidad a los belenes que crean los trabajadores cada año.
¿Recuerdas tu primer día de trabajo?
—Yo venía de un pueblo de la zona de Estella, Torres del Río. Iba mal la agricultura y mi madre nos trajo a Pamplona. Tuve que ir a una empresa que no sabía ni dónde estaba. Tenía 15 años, así que imagino que el primer día que entré se me puso cara de susto.
¿Cómo ha sido tu paso por la fábrica?
—Creo que soy la segunda persona que más años ha estado trabajando en la fábrica. Empezamos a trabajar en Authi, pero al poco tiempo nos dijeron que no podíamos hacerlo. Había una norma que decía que los menores de 18 años no podían trabajar en sitios con un alto nivel de ruido y entonces la fábrica lo tenía.
¿Y qué pasó?
—Se nos dio la alternativa de estudiar en Salesianos con un sueldo de aprendiz, que no era poco. Eso sí, había que estudiar y aprobar. Era curioso, las notas no iban a casa, llegaban al jefe de la fábrica. Así estuvimos hasta que vino Seat y nos metimos en la línea, y luego pasamos a trabajar con Volkswagen. Estuve primero en la línea de Montaje, luego en Calidad y, por último, en Sugerencias, donde he estado trabajando 26 años, desde que se creó.
¿Cómo comenzaste a organizar las visitas a los belenes por la fábrica?
—De casualidad. Habitualmente me gustaba participar en eventos y proyectos que promovía la fábrica, me gustaba apuntarme y colaborar en cualquier acontecimiento. La persona que se encargaba de las visitas a los belenes se jubiló y alguien me lo propuso porque creía que se me daría bien; me gusta tratar con la gente y soy un andarín, no paro. Nunca antes me lo había planteado. Lo acepté y he estado unos diez años encargándome de esa actividad en mi tiempo libre en Navidad.
¿Cómo era organizar algo así?
—Llevaba mucho trabajo. Me encargaba de organizar los grupos para cada una de las visitas. Me llevaba el móvil a casa y lo tenía encendido hasta por la noche, nunca sabías en qué momento podían llamarte. Había que asegurarse cada día de que no había obras o de que no habían cortado algún pasillo, por si había que cambiar de recorrido para ver los alrededor de 13 belenes que se hacen cada año así como de comprar algún caramelo para los más pequeños. Hay que estar pendiente de muchas cosas.
¿Cuántas personas pueden llegar a visitar los belenes en un día?
—Los grupos son máximo de 60 personas por turno. Las que quepan en un autobús, que es con lo que nos movemos por fábrica. Si multiplicas eso por cuatro visitas al día… Unas 240 personas cada día y unas 2.000 en todas las Navidades.
¿Acudías a todas ellas?
—Sí. Muchos días me pasaba doce horas en la fábrica, desde las ocho de la mañana hasta que terminaban las visitas de la tarde. Pero lo hacía porque me gustaba, tiene su encanto. Además, me ayudaban dos compañeros que hacían de monitores: Jesús María Aldaya, que por desgracia falleció recientemente, y Julián Valer. Ellos hacían de guías y explicaban a la gente cosas de la fábrica mientras íbamos de un belén a otro. Su ayuda ha sido esencial, porque no es fácil controlar a grupos tan grandes en una fábrica así y con gente de todas las edades.
¿Qué es lo más bonito de esta experiencia?
—Por un lado, la implicación de los trabajadores. Algunos se lo toman muy en serio y crean cosas sorprendentes. Por otro lado, es un evento que hace que varias generaciones de trabajadores de Volkswagen Navarra se reúnan al menos una vez al año. Me alegraba encontrarme con personas jubiladas que asistían con sus hijos y nietos.
¿Qué tipo de belenes son los que más gustan?
—Los interactivos, los que tienen movimiento. A los niños les encantan. Se quedaban embobados con uno que era un scalextric. La verdad es que no vas a encontrar belenes así en ninguna otra parte de Navarra. Son muy llamativos, con robots que montan el belén, circuitos que transportan caramelos, un coche al que se le abre el capó y aparecen las figuras… Para entenderlo hay que verlos. Son únicos.
¿Te has encargado de elaborar alguno?
—Sí, un año participé en uno de Planificación Industrial, que además creo que gustó. Pero no nos llevamos premio, ¿eh? (se ríe). No creas, llevaba su trabajo porque caía agua por cascadas y llevaba un filoguiado que iba pasando por distintas fases recogiendo caramelos, y se acababan volcando donde los cogían los niños.