Pablo Asiain aceptó su primer papel en una obra de teatro “medio liado, como casi todo el mundo”, según reconoce él mismo con una sonrisa. De eso hace ya 30 años, los mismos que lleva trabajando en Volkswagen Navarra. A lo largo de este tiempo Asiain ha ido acumulando diversas experiencias relacionadas con la actuación, llegando incluso a protagonizar un anuncio para Antena 3 durante las pasadas Navidades.
¿Recuerdas cuál fue tu primer papel?
—No lo recuerdo porque era muy cortito. Tenía 27 o 28 años. Lo que sí que recuerdo fue que debuté en el teatro Gayarre con el grupo Talo, que sigue existiendo a día de hoy. Con ellos estuve tres o cuatro años y después empecé a trabajar con otro grupo, Hitz, porque quería hacer historias más dramáticas, que al final es por donde más he tirado. Actualmente trabajo con el grupo El Bardo de Villava, y ensayamos en la Casa de Cultura de la localidad.
¿Hay algún personaje que te haya marcado especialmente?
—Sí. En el año 1991 representamos con Hitz un auto sacramental en verso de Pedro Calderón de la Barca llamado ‘El pleito matrimonial del cuerpo y el alma’. Es una obra tremenda… Interpreté al pecado, un personaje bestial. Ahí fue cuando pasé de hacer un teatro amable y costumbrista, por llamarlo de alguna manera, a hacer un teatro más clásico, dramático y potente, que terminó por engancharme. Pese al tiempo que ha pasado desde entonces, recuerdo una parte muy importante del texto, porque me impactó mucho.
¿Qué es el teatro para ti?
—Dejando a un lado los temas familiares, es lo más importante que tengo actualmente. Además, durante los dos o tres últimos años he llevado a cabo proyectos muy interesantes y me lo he tomado más en serio, quizá también porque con 57 años uno se plantea muchas cosas, la vida laboral va llegando a su fin… En el futuro me gustaría dedicarle más tiempo al teatro.
¿Has tenido problemas a la hora de conciliar tu trabajo y tu afición?
—No, y si los he tenido no ha sido por cuestiones de horario, sino porque el teatro se trata de una actividad colectiva y, al ser amateur, a veces es difícil ponerse de acuerdo con la gente para ensayar. La otra cuestión es que, tras ocho horas de trabajo, uno termina cansado. Pero por lo demás, no me ha resultado difícil compaginar ambas actividades.
Las pasadas Navidades protagonizaste un anuncio de Antena 3, ¿cómo surgió aquello?
—Un compañero de teatro que trabaja en una empresa de ‘castings’ me avisó de que se iba a rodar un anuncio para Antena 3. Me presenté por probar suerte y me escogieron. Fueron tan solo nueve horas de rodaje, pero me bastaron para darme cuenta de que este medio no tiene nada que ver con el teatro; en televisión una hora de más supone aumentar los costes de producción, así que todo está perfectamente calculado. Después te paras a reflexionar y te das cuenta de que la gente te conoce más por unos segundos en pantalla que por 30 años haciendo teatro… Pero aun así, la experiencia valió la pena y estoy muy contento con el resultado.
¿Qué beneficios te ha traído el teatro?
—Suele decirse que el teatro ayuda a vencer la timidez y creo que es verdad. En ese sentido actuar debería ser una asignatura, si no obligatoria, sí altamente recomendable. En mi caso, los beneficios han sido sobre todo a nivel cultural, ya que gracias al teatro he conocido autores, pensamientos, textos, historias… Ha sido una verdadera escuela de humanidades para mí. Por eso me gustaría que llegase a más gente. Practicar deporte es muy positivo, pero se debería ejercitar más la mente. Eso es lo que hace que la masa sea crítica.
Además de los beneficios que comentas, ¿se sufre a veces haciendo teatro?
—Sí, claro que se sufre. Cuando me meto en un personaje llega a obsesionarme bastante, pero para mí es la única forma de hacer un trabajo bueno. A veces me duermo pensando en el personaje y me despierto pensando en el personaje.
Si pudieras elegir, ¿qué personaje te habría gustado interpretar?
—Conforme voy leyendo libretos o historias voy pensando qué papel me gustaría interpretar. Disfruté mucho dando vida a Creonte, en la obra Antígona, o a Pedro Gailo en ‘Divinas Palabras’, de Valle Inclán. Me gustan esos papeles un poco histriónicos, con fuerza. Pero por decir algo, aunque suene muy típico, diría que Hamlet, de Shakespeare.