Además de ser compañeros de la fábrica y amigos, Javier Arizcuren y Sergio Arza comparten la misma pasión: son criadores de una raza de perros de rastro, el Grifón Azul de Gascuña. Javier compró un cachorro a un amigo y ahí empezó todo. Consiguió que Sergio, que tenía sabuesos españoles, empezara a adquirir perros de la misma raza.
Comenzaron a viajar juntos por Francia y por España, a ir a pruebas de trabajo y concursos de morfología, a hacer amistades en ese ámbito, a cruzar perros y repartir camadas en su círculo cercano. Lo que les mueve es su amor por los perros y, en concreto, por esta raza, que se esfuerzan por mejorar y difundir, una pasión de la que sus familias son parte activa. Javier y Sergio son, respectivamente, presidente y secretario del Club Español del Azul de Gascuña, Gascón Saintongeois y Ariegeois, y hasta tienen su propia revista anual, ‘Azul de Gascuña’.
¿Cómo entrenáis a los perros?
J. Igual que un perro policía. Son perros de rastro: perciben por dónde ha pasado un animal y, horas después o incluso días más tarde, son capaces de ir siguiendo el mismo recorrido que haya hecho ese animal. Dado que su instinto rastreador es muy fuerte, pueden ir a por el olor de otros animales, pero los entrenamos para que vayan específicamente tras el jabalí. Van tras el animal por el placer de darle alcance. No son perros de agarre. Su condición es rastrear, no morder. Yo no voy con escopeta al monte, pero intento que levanten los jabalíes, que les sigan, porque son perros de trabajo, forma parte de su naturaleza y lo necesitan. Son nobles y cariñosos, una gozada para tenerlos en casa incluso.
¿Cuántos perros tenéis?
S. Javier tiene 8 perras y yo 6. Tener perros de los dos sexos resulta más difícil, pues, cuando las perras se ponen en celo, los machos tienden a alterarse y ello supone más ruidos y posibles quejas de los vecinos. Las hembras son más afectuosas y más fáciles de tener en casa.
¿En qué consisten las pruebas de trabajo y los concursos de morfolología?
J. La prueba de trabajo no se realiza con escopeta, no es una caza en sí. Es una prueba donde los organizadores primero detectamos rastros donde los jabalíes han estado toda la noche paciendo y nuestros perros tienen que detectar esos rastros, aunque tengan más de 6 horas, y seguirlos, con el inconveniente de que puede haber otras especies que tienen que desechar —como corzos, zorros,
incluso lobos—y continuar tras el rastro del jabalí. El perro tiene que encontrar al animal encamado, hacer que se levante y seguirlo durante un mínimo de dos horas.
En estos trayectos se aprecia cómo trabaja el perro sobre el rastro, si está entrenado sólo para seguir el jabalí, cómo es su resistencia, su morfología… Las puntuaciones de estas pruebas sirven para seleccionar los mejores ejemplares a la hora de hacer cruces y para que acuda gente de toda España, se creen nuevos aficionados, nuevos criadores y expandir la raza. Por otro lado, los concursos de morfología son certámenes en los que se valoran las cualidades del animal con respecto a los estándares de la raza. Una de mis perras tiene un excelente CAC (Certificado de Aptitud para
Campeonato Nacional), la puntuación máxima.
Viajáis a Francia y a España muchos fines de semana. ¿Cómo llevan vuestras familias esa afición?
S. Nuestras mujeres y nuestros hijos vienen con nosotros a las pruebas. Nos sentimos agradecidos a ellas por su paciencia. La locura de los fines de semana, ir con el perro detrás de un jabalí durante horas, irte a la otra punta de Francia a cruzar una perra… O tienes a alguien que te apoya y te respeta, o es imposible poder hacerlo. Mis hijos, de 5 y 6 años, siempre están conmigo en el monte. A veces siguen el rastro de un jabalí y me emociona ver cómo se ilusionan. Para mí esto es más que un ‘hobby’. Es parte de mi vida.