En primera persona

Javier Urra se apoya en la secuoya ubicada frente al edificio de Recursos Humanos y el Salón de Actos.

Javier Urra: «¿Aburrirme? No sé qué es eso»

Tras 46 años y medio desempeñando diferentes puestos de trabajo, Javier Urra, ex responsable de Nóminas, se despide de Volkswagen Navarra para darse un merecido descanso.

¿Recuerdas tu primer día de trabajo?
—Fue el 14 de agosto de 1969 y tenía 16 años. Un año antes había empezado a trabajar en un taller. Eché una solicitud y me cogieron para un puesto de recepción de visitas con horario de tarde.

¿Cuánto permaneciste allí?
—Cuatro meses. Enseguida pasé a Secretaría. Necesitaron aumentar la plantilla tras sacar unas condiciones excepcionales para que los empleados se compraran coches de la casa. Me tocaba hacer las letras a máquina de escribir. Debí de hacer varios miles. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los empleados financiaba el coche a 48 meses y raro era el que no tuviera un Mini o un Austin.

¿Desde el principio te tocó trabajar para el resto de la plantilla?
—Sí, aunque luego me pasaron a Control de Producción. Allí mi trabajo consistía en gestionar el ‘stock’ para que la cadena no parase, verificando el suministro de piezas del almacén. Me sabía de memoria los códigos de todas las piezas de los coches, hasta de la última arandela. Entonces se fabricaban unos cien coches al día: Morris-Austin, MG, Travellers y Minis.

¿Cómo era la logística en aquella época?
—Los camiones llegaban al almacén, que estaba situado en la cabecera de las cadenas, donde actualmente se encuentra el museo de los coches. El almacén estaba “automatizado” en una pequeña parte. Por medio de tarjetas perforadas, las máquinas colocaban los contenedores en las estanterías. Después, el material se suministraba hasta un punto intermedio, desde donde las carretillas lo llevaban hasta el punto de consumo final.

Con veinte años ya habías pasado por varios departamentos.
—Efectivamente. Y esa es la edad con la que me tocó hacer el servicio militar. Estuve durante catorce meses en la ‘mili’, entre Gasteiz y Donosti. Tuve “ suerte”, no me tocó ir a África por uno o dos números en el sorteo.

¿Al terminar el servicio militar, cómo te reenganchaste con la fábrica?
—Una parte de AUTHI se quemó estando yo en la mili, y eso fue la puntilla para la desaparición de dicha empresa. Posteriormente Seat compró estas instalaciones para fabricar sus vehículos. Concretamente empezamos a fabricar el 124 y el 1430. Al volver de la mili me llamaron inmediatamente para realizar las nuevas contrataciones y empezar a funcionar cuanto antes. En aquel momento estábamos cuatro gatos. Después pasé a la venta de coches para empleados y de ahí a Nóminas, que con la llegada de Volkswagen pasó a depender de Administración.

¿Qué significaba en aquella época trabajar en Seat?
—Los salarios eran buenos. Probablemente era la empresa que mejor pagaba de toda Navarra. Fueron unos años en los que la gente cambiaba mucho de trabajo, dado que había mucha necesidad de mano de obra. Quizás haya que resaltar que en aquélla época los jóvenes, además de trabajar, también estudiábamos por la tarde y a pesar de ello teníamos tiempo para nuestras cosas.

¿En qué puesto has permanecido más años?
—He estado en Nóminas aproximadamente desde 1980. La mayor parte del tiempo en un edificio prefabricado que hoy ya no existe, y que estaba situado entre los edificios de Vigilancia y Recursos Humanos.

¿El trabajo ha consistido siempre en lo mismo?
—No. Al principio, en AUTHI todo se hacía a mano por medio de unas fichas personales. Después, con Seat, se hacía de manera mecánica con fichas perforadas. Las nóminas se controlaban en Landaben, aunque se dependía de Barcelona. Posteriormente las nóminas las hacían en Barcelona con los datos que enviábamos desde Landaben, hasta el año 1998 en que se cambió al sistema Meta 4, con el que fuimos totalmente autónomos. Supuso un cambio radical en la forma de trabajar. En 2009 se implantó el sistema actual, con el que se hacen las nóminas por medio del programa SAP.

En muchos momentos tus trabajos han estado vinculados a la plantilla. ¿Cómo ha ido cambiando ésta?
—Cuando empecé en AUTHI había mucha gente que venía del campo. Eran los años de la industrialización de Navarra. El cambio desde entonces ha sido bestial en todos los sentidos. El trato con las personas ha sido nuestro pan de cada día. Puedo decir que llegas a conocer tanto a las personas que casi desde que entran por la puerta sabes ya cómo tratarlos. Es un puesto para el que se necesita muchísima calma y bastante mano izquierda.

Y de la fábrica, ¿qué queda de épocas pasadas?
—De la fábrica de AUTHI poco o nada queda que no se haya renovado, salvo los muros exteriores de las naves de la parte antigua. Que yo recuerde, lo único que permanece inalterado son la secuoya y los tres o cuatro árboles más que hay delante de Dirección. Me gustaría que esta seña de identidad no se malograra en un futuro.

Tu último día de trabajo fue el 8 de enero de este año. ¿A qué te dedicas desde entonces?
—Hago demasiadas cosas. Me falta tiempo; me toca hacer un poco de todo: electricista, carpintero, fontanero, soldador, jardinero, etc… Por si esto fuera poco, tengo ciento veinte olivos, algún almendro y unos pocos nogales que también llevan su tiempo. ¿Aburrirme? No sé qué es eso.

Has pasado casi 47 años viniendo cada día a trabajar. Debes llevarte muchas anécdotas…
—Como anécdota más entrañable puedo contar que, en el mismo suelo en el que yo he trabajado durante estos 46 años y medio, mi aita, cuando era joven, antes de la guerra, labró, sembró, segó y trilló. Hay que tener en cuenta que los nacidos y vecinos de los pueblos tenían derecho a un lote de tierras comunales. Como mi aita y su familia eran de Arazuri, de ahí que llevara algo de tierra en esta zona. En aquella época no había tractores y las labores se hacían con los bueyes o yeguas y también con layas. También me contaba que solía pescar truchas en este mismo río Arga que vemos todos los días. Esperemos que algún día este pez pueda volver a nuestro Arga.