Historias de mi Polo

Gonzalo Medrano, con sus dos Polo, ante el garaje de Azagra donde guarda su G40.

«Llevo la marca Volkswagen en la sangre»

Con sólo 30 años, Gonzalo ya ha tenido tres Volkswagen Polo. Enamorado de la marca Volkswagen, su tesoro es un G40 de 1993 que compró a un compañero y al que le falta poco para poder ser matriculado como clásico.

Cuando Gonzalo alcanzó los 22 años cumplió un sueño: entró a trabajar en Volkswagen Navarra, tras terminar sus estudios de Grado Superior en Automoción en Donapea. Dos años después cumplió otro gran deseo al comprar su primer coche.

¿Desde cuándo tienes tu Polo G40?
—En 2010, dos años después de empezar a trabajar en Revisión Final, vi este coche en el aparcamiento de la fábrica y me interesó. Tras varias tentativas, su dueño —Roberto Eguillor, jefe de Mantenimiento en Revisión Final— accedió y me lo vendió, a pesar de tenerle mucho cariño.

¿Te puso alguna condición?
—No, pero sí le preguntó a mi jefe, Roberto Martínez, su opinión sobre mí. Se quería asegurar de que se lo iba a cuidar bien (ríe).

¿Fue tu primer coche? ¿Dio buen resultado?
—Sí, oficialmente fue mi primer coche, ya que antes utilizaba uno de mi padre. Lo conduje durante dos años. Después comencé a echar en falta cosas como el aire acondicionado, los airbags, los frenos ABS o la dirección asistida. Por lo demás, iba de maravilla.

¿Te costó despedirte de él?
—En realidad fue un hasta luego. Lo limpié, lo arreglé, lo guardé en mi garaje de Azagra y ahora estamos esperando a que cumpla 25 años para matricularlo como coche clásico.

¿Qué arreglos necesitó? ¿Los hiciste tú mismo?
—Sí, yo mismo cambié los rodamientos, le hice un escape nuevo, arreglé algunos defectos de chapa y puse un taco en la caja de cambios.

¿Qué es lo que más te gusta de este modelo?
—Es un coche pequeñito, muy ligero. De las tres versiones que había en su día, ésta es la Coupé. Tiene unas líneas muy deportivas para la época, más  redondeadas de lo normal por detrás. Además, el motor tiene una respuesta muy rápida hasta el final, algo que sólo tienen los coches antiguos.

Y de ese Polo pasaste a otro más moderno…
—Entre medio tuve un Blue GT de 2013, pero cuando vi el siguiente modelo de GTI mientras hacíamos los prototipos, me gustó tanto que pensé: “quiero este coche para mí”. Así que vendí el Blue GT y me compré el GTI.

¿Desde tu experiencia como usuario, qué destacas de la marca?
—Del G40 destacaría la caja de cambios y, en general, la calidad que tenía para la época, siempre un poco por encima de otras marcas. De los Polos destacaría la tecnología del motor, así como la desconexión de cilindros en el Blue GT y la gestión de la lubricación en el GTI, además del sistema de inyección que tienen.

¿Qué fue antes, Volkswagen Navarra o la afición por los coches?
—Primero fue la afición. Mi madre dice que con cinco años sólo dibujaba coches. Me gustan desde que tengo uso de razón. Con 14 años tuve una moto y con ella me inicié en la mecánica. Por eso después decidí estudiar Automoción. Es una cuestión vocacional, como la mayoría de los alumnos que llegan a Volkswagen Academy.

Das formación en electricidad del automóvil a chicos de 18 años. ¿Te gusta tu trabajo?
—Me siento súper realizado. Estoy en Volkswagen Navarra prácticamente desde que me gradué, así que no conozco otra cosa. Volkswagen Navarra me lo ha dado todo, aquí estoy feliz, me apasiona mi trabajo, las condiciones, el entorno. No es difícil que así, tal y como dice uno de mis compañeros, se nos acabe metiendo la marca en la sangre.