Historias de mi Polo

Miguel Vicente junto a su hijo Martín en el Polo que ambos han conducido.

«El Polo es uno más de la familia, ha pasado por tres generaciones y si le dejas te lleva al fin del mundo»

En 1995 nuestro compañero Miguel acompañó a su madre a comprar un Polo 1900 SDI. Pasó por las manos de ésta, luego por las suyas y ahora lo conduce su hijo pequeño Martín. El coche tiene 22 años y de momento sigue en la familia.

Como uno más de la familia. Así define nuestro compañero del Parque de Vehículos Miguel Vicente a su Polo 1900 SDI, que lleva en su familia 22 años, los mismos que tiene su hijo Martín. Este último es el tercer miembro de la familia en asumir el volante del coche, siguiendo así la tradición iniciada por su abuela y que continuó después con su padre, Miguel.

¿Cuándo llegó el Polo a la familia?
—Hace 22 años. Acompañé a mi madre a comprarlo al Parque de Vehículos, donde lo adquirimos en una venta ocasión de segunda mano. Por aquel entonces yo ya trabajaba en Volkswagen Navarra. Nos salió caro, por un millón y medio de pesetas, porque el nivel de la marca ya se pagaba por aquel entonces.

¿Durante cuánto tiempo fue de tu madre?
—Al menos unos diez años y luego lo tuve yo otros diez. Pero ha sido el coche comodín de la casa, todos lo hemos usado: mi hermano, mi padre, mi hijo mayor y ahora mi hijo pequeño. A ver si
a mi hijo Martín le dura otros diez, sería de libro (ríe).

¿Entonces le habéis dado mucho uso?
—No hemos hecho viajes largos con él. Desde el principio lo hemos utilizado para hacer recados por Pamplona. Lo hemos andado mucho, pero siempre por ciclo urbano.

¿Cómo lo ha recibido tu hijo?
—Con los brazos abiertos. Está encantado, qué mejor que un Polo. Lo utiliza sobre todo para ir a la universidad.

¿Se lo has pasado en buenas condiciones?
—Muy buenas. No ha dado ningún problema mecánico nunca.No tiene cambiado ni el embrague. Lo único que hubo que cambiar fue la correa de distribución y las pastillas de freno. Pero no estaban desgastadas, sino endurecidas por el tiempo. Esos han sido cambios normales en un coche tan antiguo. Hace unos días cambié las dos ruedas traseras por primera vez. Estaban como nuevas pero hubo que cambiarlas porque con el paso de los años la goma se cuartea. Para que veas hasta dónde llega la fiabilidad de Volkswagen.

¿Qué es lo que más te gusta del modelo?
—El consumo, porque es muy reducido. Gasta unos 4’5 litros a los 100 kilómetros, que está muy bien. También la versatilidad que tiene para andar por la ciudad. Es un coche muy práctico para aparcar y hacer recados.

¿Podrías contar alguna anécdota?
—Una vez, cuando me hice una casa, utilicé el Polo como coche de transporte de todos los materiales de la obra. Es más duro que la tos (ríe). Es muy versátil, porque aunque el maletero no sea muy grande, abates los asientos de atrás y con el portón que tiene da mucha cabida. Lo llené de cemento, herramientas y más materiales.

¿Hay más miembros de tu familia al volante de un Polo?
—Sí, varios de ellos han confiado en la marca Volkswagen. Mi primo, mi tía… Y el que fue mío y ahora conduce mi hijo va para el nieto, así que habrá que guardarlo para las generaciones venideras (ríe). Le hemos cogido mucho cariño entre todos.

¿Qué es lo que diferencia a la marca Volkswagen?
—La fiabilidad de que vas a comprar un coche duradero y bien acabado. Los materiales duran mucho, como mi Polo. El volante está como el primer día y lo mismo la tapicería. Es un coche hecho para durar. Hoy en día cada vez se hacen peores coches y duran menos, al igual que pasa con los electrodomésticos. Antes era al revés, los coches se hacían para que durasen, como los de Volkswagen. Eso nos sigue diferenciando. Un Polo te lleva al fin del mundo si hace falta.